“Con mi viejo, Julio López no hubiera desaparecido”
Pablo Pimentel, titular de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) local, recordó a su padre —fallecido el 9 de agosto de 1984— como un “quijote que salía a pelear por sus principios”.
Son muy pocos los que conocen que, en La Matanza, vivió uno de los luchadores por los derechos humanos más importantes del país. Eduardo Pimentel fue uno de los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), junto a otros militantes como Alfredo Bravo y Adolfo Pérez Esquivel.
¿Qué pensaría tu papá sobre los juicios a los represores?
Estaría contento, pero hubiera renegado muchísimo con el retraso de los juicios y hubiese generado ámbitos de lucha para que se hicieran en tiempo y forma. Su generación hubiera pegado varios gritos antes y, con tipos como él, hubiésemos evitado la segunda desaparición de Jorge Julio López.
¿Qué fue lo más valioso que te dejó como militante?
Lo que más le agradezco a mi viejo es haberme dejado un camino muy marcado de valores, que tiene como línea rectora el hecho de ser coherente, ético y vivir como uno predica. Eso es lo que observaba de mi papá: un tipo grande que se había quedado sin trabajo por mantener sus principios. Perdió un buen puesto en el ministerio de Bienestar Social porque se oponía a un sistema de vivienda que se estaba haciendo.
¿Cómo te gustaría que se recuerde su figura?
Me hubiese gustado que los gobiernos democráticos hubiesen tenido en cuenta algunas de sus propuestas. Por ejemplo, mi
papá no concebía que una familia no tuviera su territorio familiar en forma obligatoria. En su lugar, proponía que, cuando se constituía una pareja ante el Estado, este debía facilitarle el acceso a créditos y materiales de construcción para su vivienda.
También, se opuso con mucha fuerza al servicio miliar obligatorio.
Le mandó una carta documento pública a Reynaldo Bignone para que mi hermano Ignacio no hiciera el servicio militar. Y eso generó el interés de otros padres. Por esa razón se forma el Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio.
La carta no tuvo respuesta y Eduardo Pimentel decidió iniciar una huelga de hambre en la puerta del cuartel. Frente a los medios de comunicación, explicó que acudía a la patria potestad para negarse a que su hijo maneje un arma. “Fue tanta la presión, que Ignacio fue declarado no apto, por lo que se convirtió en el primer objetor de conciencia”, relata Pablo.
Esa fue su última lucha. En el primer acto que se organizó para presentar el proyecto de derogación ante el Congreso, el frío polar de aquel día le jugó una mala pasada. Era el 6 de agosto de 1984. Eduardo cerró su discurso y se volvió a su casa con una fuerte neumonía que lo llevó a la muerte tres días después.
Trabajo y militancia
Eduardo Pimentel se instaló en Ciudad Evita y abrió una fábrica de bolsas de polietileno que, todavía hoy, es el sustento de la familia.
Hizo su militancia partidaria como dirigente de la Democracia Cristiana, para la cual, en el '73, fue candidato a vicegobernador de la Provincia por la Alianza Popular Revolucionaria.
Pensar que había rendido dos veces para ingresar al colegio militar, en la misma camada que Jorge Rafael Videla. “Él repetía: 'Gracias a Dios rendí mal'”, recuerda Pablo.
Fuente: Emiliano Suárez Periódico uno
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