por Alfredo
Grande
Es una verdad que miles de trabajadores de la salud y la educación lo
constatan diariamente. Y no creo que por deseo de darle la razón a Clarín. El
abuso sexual es una de las formas más habituales de maltrato, pero es necesario
afirmar que todo abuso es integral, completo y fundante. Acuñar el término de
abuso biopsicosexual no parece necesario. Pero si lo es pensar los abusos como
analizadores históricos de la matriz represora de la cultura.
Hace muchos años, el psicoanalista Arnaldo Rascovsky acunó el concepto
de filicidio. Recuperarlo si me parece necesario. Porque hablar de filicidio es
plantear el problema desde su despliegue institucional. O sea: desde la lógica
del exterminio sistemático de la niñez. Niña y niño abusado, maltratado,
torturado, deja de ser niño. O al menos, deja de disfrutar de su niñez. De
haber tenido el legítimo orgullo de ser el único privilegiado, ahora padece la
tristeza de haber sido y el horror de ya no ser.
Carne de cañón, se decía para referirse a la infantería (niños) que
delante de los soldados profesionales avanzaba para que el ejército enemigo
gastara munición. Ahora el que gasta munición es el mercado que desde las
políticas del consumismo adictivo, logra que la alegría de cualquier juego haya
quedado clonada en la manía del triunfo.
Ganadores y perdedores en múltiples circos romanos, donde el deporte,
el arte y el azar son estrategias de supervivencia primero y luego pasaporte
directo a diferentes Olimpos donde otros dioses y diosas esperan. Mientras
tanto, los perdedores son exterminados. Al contado o en cuotas. Gatillo fácil o
vida difícil. Demasiado difícil. No hay pan duro para el hambre, escribía en mi
primer artículo para la Agencia de Noticias. Y tampoco yerba de ayer. Ni de
mañana. Los profesionales de la salud y la educación son arrasados por la
dimensión de un problema que en realidad es dilema.
Se sostiene en las paradojas de la cultura represora. Paradojas que
como hemos dicho no pueden ser dialectizadas. Solo pueden demolerse desde un
lugar de poder. Y como la mayoría de las paradojas son construidas desde el
poder del Estado, solo desde un poder colectivo pueden ser arrasadas. Poder
colectivo autónomo del poder del Estado, se entiende.
Una de esas paradojas es la ley 26.061 DE PROTECCION INTEGRAL DE LOS
DERECHOS DE LAS NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES. En su ARTICULO señala: 1°
-“OBJETO. Esta ley tiene por objeto la protección integral de los derechos de
las niñas, niños y adolescentes que se encuentren en el territorio de la
República Argentina, para garantizar el ejercicio y disfrute pleno, efectivo y
permanente de aquellos reconocidos en el ordenamiento jurídico nacional y en
los tratados internacionales en los que la Nación sea parte. Los derechos aquí
reconocidos están asegurados por su máxima exigibilidad y sustentados en el
principio del interés superior del niño. La omisión en la observancia de los
deberes que por la presente corresponden a los órganos gubernamentales del
Estado habilita a todo ciudadano a interponer las acciones administrativas y
judiciales a fin de restaurar el ejercicio y goce de tales derechos, a través
de medidas expeditas y eficaces.”
El tema es que garantizar el ejercicio supone diversos órdenes de
materialidades. Económica, financiera, administrativa, institucional, de
personal, de capacitación, de organizaciones. Cuando la opción es sostener a un
niño que dejó de ser niño en una familia que dejó de ser familia, con un padre
que dejó de ser padre, y con una madre que dejó de ser madre o enviarlo a un
instituto donde el horror se diluye y multiplica, entonces el artículo primero
de la ley naufraga sin bote salvavidas ni capitán que se haga cargo. La
carencia absoluta de materialidades que garanticen el ejercicio del derecho a
tener derechos, convierte al interés superior del niño es una mentira tan grave
como las de Clarín. Y no es poco.
Por eso haber asistido a una convocatoria para discutir estos temas en
la ciudad de Santa Fé, invitado por el Colectivo de Trabajadores de Infancia,
me permitió entender mas aún que la única fuerza que tenemos ante nuestra falta
de poder son los colectivos que luchan sin la espada, pero si con la pluma, el
laburo y la palabra. Más de 140 personas participando no sola para escuchar,
sino para implicarse desde sus propias angustias, dolores y deseos.
Parte de los convocantes fue Juanito Laguna, una de las tantas
organizaciones que forma parte del Movimiento Nacional Chicos del Pueblo. Se
discutió sobre la obligatoriedad de denunciar el abuso y el maltrato. Que no
hay secreto profesional que valga, porque siempre hubo “justa causa” que exime
al profesional de mantenerlo. Y vaya que en estos casos la causa es justa. Este
apasionante encuentro, realizado además en un lugar paradigmático de la lucha
popular, el Centro Cultural El Birri, dejó una marca indeleble.
La cultura represora fue señalada una y otra veces, decenas de veces,
como la guardiana de todas las injusticias, de todas las aberraciones. Un bebé
destripado nos interpela. Que nadie dude que la lucha continuará, más allá de
las leyes, con la colectiva y permanente militancia en la denuncia cultural.
* Psiquiatra y Psicoanalista. Director y actor teatral. Periodista y
escritor Agencia de Noticias Pelota de Trapo (APE). Miembro Fundador y
Presidente Honorario de ATICO (Cooperativa de Trabajo en Salud Mental)
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