El hermano de Mariano
Ferreyra, el joven militante asesinado en octubre de 2010 por una patota
sindical, rescata su compromiso en el día que cumpliría 25 años. La historia
del ‘despertar’ al conflicto de la tercerización laboral, los desafíos del
juicio por el crimen y la figura del ex titular de la Unión Ferroviaria, José
Pedraza. “Tenemos que demostrar que es el responsable político y que lo hizo
por una cuestión meramente económica”, puntualiza.
Hablar del cumpleaños de una persona que murió es extraño: ya no
cumple años”, asume Pablo Ferreyra. Y lo dice porque un día como ayer, 3 de
junio, su hermano, Mariano, habría cumplido 25. Y porque eso, previsiblemente,
lo sacude, lo arrastra un poco y lo pone a pensar.
“Me
parecería enfermizo tener esa fecha en el calendario y esperarla con algún tipo
de expectativa. Durante esta semana y la anterior me acordé de eso. Y me
pareció que la única manera de levantar esta bandera de Mariano fue entender
que su última acción militante fue contra las tercerizaciones y entonces caí en
que, de alguna manera, yo estoy llevando adelante esa agenda. Sin arrogarme el
mismo protagonismo en ese tema ni las mismas acciones que él tomaba en ese
tema. Entre otras cosas porque mi punto de vista es reformista. Pero lo que me
llevó a acordarme del tema del cumpleaños de Mariano fueron las
tercerizaciones. No al revés. Uno tiene presente la fecha. Pero la fecha tiene
hoy un significado de recordar las mejores cosas de Mariano. Y por eso lo recordé
en su lucha.”
El
miércoles 20 de octubre, Mariano Ferreyra recibió un tiro en una calle de
Barracas. Lo emboscaron. Se estaba yendo, despacio, después de participar de
una protesta a favor de los derechos de los trabajadores tercerizados del
Ferrocarril Roca. Murió asesinado por una patota sindical convocada por la
conducción de la Unión Ferroviaria. Con la Policía Bonaerense mirando desde un
puente y la Policía Federal liberando la zona. El crimen, entre otras cosas,
dejó a la vista el fenómeno de las tercerizaciones.
Pablo
le llevaba a Mariano ocho años. La fraternidad tuvo etapas: Pablo lo cuidó
cuando era un niño, Pablo lo guió cuando era un adolescente, Pablo lo eligió
como su testigo de casamiento cuando se independizó. Los hermanos compartieron:
la habitación en el primer piso de la casa familiar de Sarandí (la música, el
cine, los libros y la computadora cargada con juegos de estrategia); la
militancia en el Partido Obrero (aunque luego Pablo se abrió); y un humor
burlón, un poco negro, un lenguaje común que se traducía en risas y ojos
achinados, una evidencia de la hermandad.
Pablo
y Mariano nunca hablaron entre ellos de las tercerizaciones.
Los
últimos serán los terceros. “Yo reconozco que era un analfabeto completo en el
tema tercerización. Entendía la problemática, pero no tenía conciencia”,
confiesa Pablo. “Ese despertar es a partir de la muerte de Mariano. Y, en
realidad, a partir de que procesé la muerte de Mariano. A partir de que cerré
el duelo. Recién pasado un año me cayó la ficha un poco. No es un proceso
sencillo”, agrega.
Pablo
se cargó sobre la espalda el seguimiento de la investigación judicial por el
asesinato de Mariano. Y cuando pudo, sin quitarle los ojos a la causa, empezó a
ver de qué forma podía aprovechar la visibilidad de un tema que pasó tanto
tiempo sin ser visto. Pero que está en todas partes. En el Estado. En un
supermercado. En una multinacional. En un tren. En un medio de comunicación. En
una empresa grande y en una mediana. Siempre: naturalizado. Detenerse un minuto
en cualquier lugar de trabajo es ver la tercerización. Ahí está: una madeja
perfecta para el patrón, una ingeniería flexibilizadora, un castigo efectivo
para el trabajador.
Nada
es casual. Ni el impulso de Pablo. Ni el que asumió Mariano. Mariano tuvo dos trabajos.
Uno, como vendedor telefónico de servicios de cable en televisión para una
empresa en España. Otro, como tornero. Las dos empresas eran tercerizadas. Los
dos trabajos le duraron poco. Y lo dejaron con bronca.
En el
último informe anual del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la
historiadora Victoria Basualdo explica el fenómeno. “En el contexto de las
transformaciones del capitalismo global, las élites empresarias sostuvieron que
debían adaptar su gestión a un escenario cada vez más inestable y competitivo y
así propiciaron la adopción de formas de organización basadas en la
segmentación de los procesos de producción y la colaboración entre
organizaciones empresariales supuestamente independientes unas de otras”,
explica. La consecuencia más importante en el ámbito laboral –sigue el informe–
es, sin lugar a duda, que desaparece la figura del empleador, al tiempo que se
fragmenta y divide el colectivo de trabajadores.
La
tercerización tiene formas. El informe las detalla: la subcontratación por
parte de una empresa madre, de una segunda empresa para que realice actividades
o servicios no tenidos en cuenta como principales por ella; la intermediación
de una segunda empresa en la gestión de contratación de personal que luego
trabajará en la firma principal; la intermediación de una agencia de empleo
eventual; la contratación de trabajadores en calidad de monotributistas.
Las
responsabilidades licuadas generan condiciones laborales previsibles: salarios
más bajos, representación sindical inexistente y más riesgos de accidentes de
trabajo y enfermedades profesionales.
Hace
poco menos de un mes, Pablo Ferreyra convocó, junto con el CELS, a una charla
en la Facultad de Derecho sobre las tercerizaciones de la que participaron las
dos listas de la Central de Trabajadores Argentinos. Hace más tiempo conversó
con el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, sobre el tema. También con Facundo
Moyano, quien hace poco presentó un proyecto de ley que ya fue aprobado en la
comisión respectiva de la Cámara de Diputados (que podría, con algunas
modificaciones, ser un buen punto de partida). Y con otros dirigentes gremiales
y referentes de movimientos sociales, como el Evita.
Pablo
apunta la mirada, especialmente, hacia la precarización del trabajador. Porque
la tercerización está extendida. Pero no todos los casos tienen la misma
gravedad.
“Hay
una tercerización precarizante para la juventud. La juventud es la más afectada
por esto. Como forma de empleo es la primera forma de empleo que tienen. Además
del caso de los ferrocarriles, para poner un ejemplo, está el caso de los
repositores de los supermercados: que no trabaja ni para el súper ni para la
empresa a la que le repone los productos. Lo que lleva a una vulnerabilidad de
sus derechos. El tercerizado está obligado, en líneas generales, a producir
tres o cuatro veces más que un trabajador común y gana entre un 40 y un 50%
menos. Ese es un caso precarizante. La discusión está verde”, analiza.
Pablo
cree que hay tres frentes para abordar el problema. En primer lugar, lo
normativo: la posibilidad de una ley que haga “responsables solidarios” a las
empresas madres y también que el trabajador pueda elegir el convenio más
conveniente (una forma de sortear la trampa que propone este tipo de
contratación). Por otro lado, que el Ministerio de Trabajo –que tiene empleados
tercerizados, como casi cualquier oficina estatal– tenga un registro,
inspeccione y controle. Y por último, que los sindicatos no permitan la
tercerización (como lo hacía el jefe de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, y
como lo hacen muchos otros).
“No
pienso que se pueda acabar con esto de un día para el otro. Entiendo la
dificultad. Pero si hay alguien con quien podríamos tener una discusión cara a
cara es con el Estado. Se le podría pedir al Estado que no tenga empleados
tercerizados. Yo doy la discusión aceptando las conquistas laborales que hubo
del 2003 para acá. Eso es clave”, añade Pablo, que por estos días está
estudiando con un grupo de representantes sindicales, abogados
laboralistas, sociólogos e historiadores (respaldados por el CELS) las
legislaciones de la región en la materia (Ecuador y Venezuela, recientemente,
dictaron normas para combatirla).
EL JUICIO. Falta poco para que el juicio oral por el asesinato de Mariano
Ferreyra tenga fecha de inicio. Todavía no hay nada concreto. Pero en breve
podría haber novedades acerca del paso por el banquillo de siete integrantes de
la patota que atacó a la manifestación, tres dirigentes de la Unión Ferroviaria
y siete hombres de la Policía Federal. Pablo se prepara para eso.
“Nosotros
defendemos, desde la familia de Mariano y desde el CELS, el móvil del crimen
que trabajó la jueza (Wilma) López. Sabemos quién lo hizo y por qué lo hizo.
También sabemos que las cuestiones más periciales, como el trayecto de la bala,
y la participación de Pedraza van a formar parte de un juicio complejo. Hoy lo
decía en una radio: los asesinatos no son como en una película, donde una
persona ordena que maten a otra y alguien está grabando eso. Acá hay una
cuestión más compleja que se va a ir develando durante el juicio. Va a ser
parte de nuestra inteligencia y pericia constituir esa red que trazó bien la
jueza pero que hay que profundizar. Para demostrar que Pedraza es el
responsable político del asesinato de Mariano. Que lo hizo sólo por una
cuestión meramente económica: porque la organización de esos trabajadores
tercerizados ponía en riesgo su negocio en una cooperativa trucha. A partir de
eso, vamos a poder armar el hilo conductor que va desde el disparo de Favale
hasta Pedraza, pasando por los actores que liberaron la zona”.
El
desafío es grueso. La defensa de los acusados volverá a hablar de “lucha de
facciones”. Intentará demostrar que la bala rebotó en la calle antes de matar a
Mariano. Pablo confía en que podrán sortear las chicanas y los palos en la
rueda. Y no se distrae: “Hay que tener cuidado. Puede haber presiones
sindicales. Esta es la instancia donde hay que estar más afilado. Más que
antes. Yo no bajo los brazos. Porque la investigación antes la llevaba otro. Ahora
nosotros, junto al CELS, vamos a tener que llevar adelante el juicio y
demostrar por qué creemos que Favale y Pedraza merecen cadena perpetua, por qué
creemos que la policía liberó la zona”, destaca Pablo, hermano de Mariano, el
militante que ayer hubiera cumplido años.
Marcas vivas del pasado y proyectos en marcha
Las
marcas están por todas partes. Algunas pueden ser manipuladas. Otras no. Un día
cualquiera, casi cualquier día, Pablo Ferreyra busca un mensaje en su correo
electrónico. Pone una palabra clave y aprieta la tecla Enter. Y de repente: una
cantidad de correos de Mariano, el golpe que significa que el mensaje tiene un
diálogo que ya no es, pero está. Y el regreso a la mente, por esas viejas
palabras, del día en que Mariano quería comprar un teclado en Mercado Libre, el
teclado que finalmente compró, el que Pablo, ahora, tiene en su casa.
Otro
día, un día preciso, Pablo recuerda el usuario de Mariano en Youtube. Y se
encuentra con tres archivos. “Nunca lo conté. Ni en casa. Está hecho con esos
programas que emulan a un director de cine. Hay dos escenas de humor absurdo,
en la onda Cha Cha Cha, que no significan nada excepto para mí: que me acuerdo
de cuando las hizo”, cuenta Pablo, sobre el pequeño diálogo, la escena entre
“un superhéroe y un cualquiera” o sobre el clip sobre “perónrevolucionario” con
música experimental.
Son,
al fin, formas de la sobrevida virtual. Las cosas que permanecen. “Me angustia
un poco. Ahí hay algo íntimo de Mariano, del humor de Mariano que quedó ahí. No
lo compartí con nadie porque ni siquiera sé si es gracioso. Es como la última
sombra”, calcula Pablo, que todavía guarda un rollo de 35 milímetros con fotos
que Mariano sacó y todavía no pudo revelar.
Para
el 20 de octubre, cuando se cumplan dos años del asesinato de Mariano, hay otro
tipo de marcas en plena etapa de preparación. Hay una película, en pleno
rodaje, basada en el libro del periodista Diego Rojas: ¿Quién mató a Mariano
Ferreyra?
Y
también hay un disco, una idea motorizada, principalmente, por el primo de
Mariano, Aitor Graña, que está hoy día en preventa para poder financiarse, pero
que ya tiene una pequeña muestra al alcance de la vista: un video de Palo
Pandolfo y Tomi Lebrero. Cuerpo va a ser un disco de época. Van a participar:
Manu Chao, Vicentico, Pablo Lescano, la Orquesta Típica Fernández Fierro y
muchas otras bandas.
La
última novedad sobre el disco es que también va a estar Acorazado Potemkin.
Otra marca. Indeleble. Fue la última banda que escucharon juntos Mariano y
Pablo. Una banda en la que canta Juan Pablo Fernández, el ex líder de Pequeña
Orquesta Reincidentes, el grupo que musicalizó buena parte de los años en que
los hermanos Ferreyra caminaban de acá para allá. Fernández, el mismo que ahora
canta una canción esplendorosa que se llama “La Mitad”. Fernández, el tipo al
que Pablo Ferreyra contactó para contarle cómo tantas veces esas canciones los
habían hecho volar. Y más.
Rodolfo
González Arzac Fuente :
Tiempo Argentino
No hay comentarios:
Publicar un comentario