martes, 16 de marzo de 2010

EXCLUSION Y PERMANENCIA EN TIEMPOS DE VIOLENTACION

EXCLUSION Y PERMANENCIA EN TIEMPOS DE VIOLENTACION

Por la Lic. Valeria Pipo

¿Cómo articular exclusión social, subjetividad, permanencia y cambio?

En estos tiempos de violentación directamente orientada hacia el mundo simbólico -corpus de significaciones imaginarias sociales- y hacia el mundo real y concreto, la cotidianeidad se establece como amenaza permanente. La cotidianeidad como escenario de la violentación, aparece en sí misma como violencia, y así como amenaza. ¿A qué? A la existencia y continuidad de un NOSOTROS; ese lugar otro, colectivo y colectivizante que se entrama en un desarrollo histórico y se despliega a través del tiempo y del espacio. Esta categoría se construye de modo dinámico y dialéctico como producto de la integración superadora de singulares que se identifican en un Todo social, que se identifican en y con los otros, que se hacen parte allí.

A su vez, el NOSOTROS emerge en el punto de intersección de un proceso temporal diacrónico - la historia, y otro sincrónico - nuestro presente. Así, entonces, esta violentación que muchos leen como "cotidianeidad violenta", abre juego a un campo de guerra donde todos los que viven esta cotidianeidad tendrán que hacer lo suyo por sobrevivir a ella.

El NOSOTROS se resquebraja en una lucha individual por no perecer. La cotidianeidad se vuelve amenazante y peligrosa, en una lucha de todos contra todos, por lo que la categoría colectiva es el primer blanco de ataque. ¿Por qué? Porque es ella la que hace lazo social y nexo, puente, vínculo con la tradición y el porvenir, con el pasado y el futuro; con la posibilidad de perpetuar y continuar dicha cotidianeidad en un tiempo histórico aún por construirse. Si la actualidad es amenazante hoy, lejos se está de poder pensarla como constructora de un futuro. Si toda la violentación está dirigida hacia la cotidianeidad, violentación simbólica y también

real, en el más concreto y material de los sentidos, es coherente que no se admita la existencia de una categoría colectiva que justamente viene a sostener una doble eternización: lo cotidiano en un proceso histórico - con un antes y un después, y la propia

muerte - la de cada uno, transformada en herencia, en legado cultural que hace posible la continuidad de la vida en el tiempo y la historia.

La amenaza que recae sobre el NOSOTROS se continúa desde allí en la dirección inversa de su constitución dirigiéndose directamente al nivel inicial: al sí mismo, singular y subjetivo que se identifica allí. Es la misma subjetividad la que se ve amenazada.

Si se entiende a esta proyección singular en el NOSOTROS como la posibilidad de la colectivización, del lazo social, de la inclusión en el proceso identificatorio (histórico), se puede pensar que este proceso de proyección y continuación EN los otros, viene a erigirse como defensa subjetiva ante la propia muerte. Aparece de este modo la posibilidad simbólica e imaginaria de continuidad del sí mismo en los otros y en el otro social. Ante la significación de la propia muerte, de la finiquitud en el tiempo, el ser parte de un todo social perpetúa a los sujetos en tanto los antecede y los continuará. Aparece aquí la promesa de futuro, de permanencia y continuidad en el tiempo necesaria para todo sujeto en su constitución.

Si cae la posibilidad de sostenerse EN los otros, o si justamente, el NOSOTROS no existe como posibilidad, la muerte aparece como absoluta y total. Si el mañana aparece tras un manto de niebla, de inestabilidad, de incertidumbre... ;si el mañana se parece mucho a la nada, el futuro viene a aplastar al presente, y la cotidianeidad se vuelve amenaza permanente. Así, entonces, se abren interrogantes sobre el tiempo, éste tiempo. Y las categorías de permanencia y cambio, que resultan avasalladas en tanto variables fundamentales y fundantes en el proceso de constitución subjetiva por los acontecimientos cotidianos de violentación sobre la subjetividad. Allí donde la permanencia necesita constituirse como categoría subjetiva para convertirse luego en soporte de los cambios propios

del proceso de la vida, aparece en nuestra realidad un movimiento constante y vertiginoso de cambios e inestabilidad. La "realidad" cambia día a día. El anuncio por parte del gobierno de nuevas políticas de ajuste, de medidas de "expropiación" de la propiedad privada de la gente - llamadas "el corralito", de flexibilización laboral, la violación de Derechos Humanos, la falta de trabajo, el aumento de la leche, la suba del boleto, el hallazgo de un cuerpito asesinado brutalmente flotando en una laguna... son amenazas reales, concretas y eficaces a la existencia misma, y por ende, tanto más a la continuidad en el tiempo.

En este escenario actual, violentado, contemporáneo de nuestro país, el conjunto social, el NOSOTROS de líneas arriba, no puede ofrecer a sus componentes elementos de identificación que funcionen como pilares en la constitución de la categoría de permanencia. La permanencia es cambio vertiginoso constante; la permanencia se convierte en inestable, impredecible e inquietante.

Sobre esta base, cualquier cambio implica una amenaza de derrumbe. No hay de dónde sostenerse. No existe promesa "que todo va a andar bien". Promesa que como legado cultural, el mundo adulto debe ofrecer al mundo infantil. Promesa adulta que se establece como condición de posibilidad para el advenimiento de un sujeto en el niño; para su inclusión en el mundo social.

En los avatares de nuestro país cotidiano, de nuestra contemporaneidad, allí donde debe aparecer una promesa de futuro (futuro de existencia - continuidad en el tiempo) el niño encuentra un mundo adulto donde la promesa misma está en duda, en quiebra, en crisis -o en catástrofe social para otros. Encuentra, en estos tiempos, un mundo adulto incapaz de posicionarse como soporte de permanencia ya que su propia continuidad se encuentra constantemente amenazada. En este marco, este ensayo insiste en reflexionar sobre los cambios vertiginosos y lo vertiginoso de los cambios. Estas modificaciones simultáneas y permanentes llevan como consecuencia nada menos que la exclusión, la expulsión del sistema; sistema que, huelga decir, declara como único modo de existir: la inclusión.

La categoría de permanencia (y su categoría intrínseca: la temporalidad) entonces, se vuelve amenaza; amenaza sobre sí misma. La permanencia

parecería instalarse como una consecución de cambios no enlazados, ni articulados, sino yuxtapuestos, arrasando casi absolutamente con la posibilidad de proyectar(se) en el tiempo, como sí mismo y en los otros. La inestabilidad constante, el no saber qué, ni cuándo, ni cómo, el "no hay futuro", el "no me alcanza para comer", "mis chicos lloran de hambre", convierte al tiempo en una amenaza mortífera que, paradojalmente, recae sobre sí misma. El tiempo amenaza al tiempo, -y a la subjetividad.

-Y no se necesitan "cifras" para dar cuenta de tan extraordinaria observación-

Muchos se preguntan "¿Hasta cuándo?" "¿Hasta dónde van a llegar?"; otros ni siquiera se preguntan.

¿Dónde ubicar entonces los movimientos colectivos que se resisten a esperar un devenir aplastante, un tiempo sin tiempo?

Podría decirse que emergen buscando reconstruir el puente, el tiempo, la permanencia: hacer lazo entre el pasado y la posibilidad de un futuro; porque el futuro se construye recreando el presente dando lugar a la singularidad, al sujeto. Se construye reforzando el NOSOTROS como significación colectivizante y perpetuadora. Como significación que establezca un lugar y un tiempo de permanencia.

Para finalizar, propongo dejar planteada la necesidad profesional de interrogarnos sobre las Tramas de la clínica, - de esta clínica -, como parte del escenario planteado. El sujeto es en la contemporaneidad, y la contemporaneidad se conforma del sujeto social de su tiempo; no habría uno y otro como polos diferenciados, sino uno en otro conformando un todo complejo social. Allí la clínica -y el Hospital.

Ambos enfrentados al desafío de construir permanencia; red sostenedora de la subjetividad, de los sujetos. Pero ninguno pensable "por fuera" del escenario de violentación. Es justamente allí, en el entramado de una realidad violentada que desde la clínica se tiene el desafío ético de abrir tempo, construir continuidad y establecer lazo. Y por sobre todo, tenemos el compromiso profesional de interrogarnos.

...porque el futuro se construye recreando el presente...

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